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viernes, 25 de abril de 2014

Los bebés pueden pasar "de la teta a los macarrones"

Por sorprendente que pueda parecer los bebés pueden pasar de alimentarse de leche materna a la misma comida que comemos los adultos.

"Los bebés comen leche, o beben leche, como queráis decirlo. Luego, a partir de los seis meses, empiezan a comer otras cosas y dice la teoría o nos dicen, con las recomendaciones habituales, que lo mejor es empezar con comida triturada, con las papillas, para que la traguen sin masticar, como hacen con la leche.

Sin embargo, cuanto más pasa el tiempo y más aprendo acerca de la lactancia materna y de los niños que maman, más me doy cuenta de que la mayoría de niños, si les dejáramos, pasarían “de la teta a los macarrones”. De hecho, muchos ya lo hacen con una habitual indirecta (o directa), que consiste en atrapar el triturado en su boca y escupirlo ipso facto en plan ¿y esto cómo se mastica?.


La lactancia materna prepara la masticación
    
    Parece mentira, pero no lo es. La lactancia materna, el modo en que se succiona la leche del pecho de una madre, prepara al bebé para luego poder masticar la comida, incluso sin dientes. Claro, no hablamos de darle al niño un cacho de pan duro y esperar que lo mastique, pero cosas blandas como trozos de fruta madura, pescado e incluso carne blandita bien puede irla manejando.

    Los músculos que un bebé utiliza para mamar son los mismos que utilizará para comer, así que al hacer una cosa, está aprendiendo a hacer la otra. Esos músculos son el masetero, el temporal y el pterigoideo como músculos principales, acompañados de otros accesorios que también se mueven en el momento de la succión y la masticación.

    Esos músculos principales van haciéndose fuertes a medida que el bebé mama del pecho de su madre. Además, el gesto de mamar hace que la mandíbula inferior, que al nacer es más corta que la superior, vaya avanzando poco a poco desde la distancia de 1 cm por detrás, hasta la posición correcta, a la que llega a los seis meses.

La lactancia materna prepara los sabores

    Como la leche materna coge también el sabor de lo que la madre come, los bebés consiguen diferentes sabores a través de la leche. Sabores atenuados, obviamente, porque se entremezclan con muchas cosas, pero sabores que el bebé luego podrá reconocer y aceptar más fácilmente, por haberlos probado ya antes (si la madre ha comido lo que luego le ofrece, claro).

    Llegan los seis meses y llegan las papillas

    Entonces resulta que llegan los seis meses y en vez de aprovechar que los bebés ya saben masticar y que ya conocen muchos sabores para darles los alimentos por separado, hacemos papillas multialimentos, trituradas, para que no tengna que masticar y con tantos sabores dentro que es difícil aislarlos mínimamente.
Que si no sé cuántas frutas dentro, que si no sé cuántas verduras con carne, que si papillas con ocho cereales con sabor a cola cao, a miel o a frutas, que si…

    Y uno entonces se pregunta: ¿hace falta todo esto? ¿no nos estaremos complicando demasiado la existencia? Porque oye, en la antigüedad no existían supermercados con papillas de bebé, ni cereales hidrolizados ni dextrinados, ni trituradora. Existía comida y el bebé se la ponía en la boca. Como mucho, si era algo muy duro, la madre lo masticaba un poco previamente y luego se lo metía al bebé poco a poco en la boca. Y quizás fuera más fácil todo, ¿no?

De la teta a los macarrones

    Pues seguro que sí, seguro que no se comían tanto la cabeza con la comida y seguro que no tenían una hoja fotocopiada enganchada con un imán a la nevera donde había un montón de instrucciones para conseguir que el niño comiera.

    Yo creo que seguían dando el pecho como siempre y simplemente, cuando el bebé aceptaba la comida, le iban dando. Probablemente lo hacían al mismo tiempo que los adultos comían, porque el ejemplo es un arma muy potente y porque ya que comían ellos, le daban al pequeño. Nadie les decía que quitaran una toma de pecho para darles de comer, simplemente daban las dos cosas.

    Y así debería ser hoy también, porque la alimentación complementaria no debe conseguir que un bebé deje prácticamente de mamar, como sugieren muchos pediatras, que reducen la lactancia a dos tomas por día, consiguiendo (si las madres hicieran caso, que lo dudo), que tomen mucha menos leche de la que necesitan.

    La leche materna es el mejor alimento que existe, así que no hay razón para menospreciarla a partir de los seis meses, sino todo lo contrario. Debemos seguir dándole el mérito y la importancia que merece y simplemente ir añadiendo nuevos alimentos para que se diversifique la dieta y para que el bebé, poco a poco, vaya pasando de la leche a la comida de los mayores, porque poco a poco se está haciendo mayor (y poco a poco es cuestión de llegar a los doce meses aún con la leche materna como principal alimento).

¿Cómo hacerlo entonces?

    Así que al final, si me preguntáis cómo hacerlo, respondo con un: con naturalidad. Tenemos al niño en una edad en que tiene curiosidad por la comida, se mantiene sentado y es capaz de coger comida con las manos y llevársela a la boca (unos 6-8 meses). Toma pecho frecuentemente y es la hora de comer. Nos sentamos todos en la mesa y le damos algo de lo que tenemos.

    Como sabemos que le vamos a dar, ya hemos hecho la comida un poco adaptada, o le hemos apartado algo antes de condimentarlo. En ese instante le damos el ingrediente que sea para que coma un poco. Como no lo ha probado nunca esperamos un día entero sin darle nada más y, si al día siguiente se despierta bien, sin síntomas de alergia, consideramos que le sienta bien y que podemos volver a darle cuando queramos. El segundo día, le ofrecemos otro alimento que nunca haya probado y, si queremos, también el del día anterior al mismo tiempo o en otro momento del día.

    Y así vamos añadiendo los alimentos día a día, con la única recomendación de dejar para los 12 meses las verduras de hoja (acelga, espinacas, lechuga…), que captan demasiados nitritos del suelo, la leche y derivados lácteos (por ser altos en proteínas y bajos en hierro), el marisco, que es muy alergénico (hasta los 2-3 años) y de evitar todo lo que sea pequeño y duro.

    Y no tiene más secreto. Ofrecer y que el bebé coja y se lo meta en la boca. Lo masticará, lo babeará, lo escupirá, se meterá otro trozo, se lo tragará, un tercero quizás le atragante, entonces hará un “ajjjjj” y lo sacará de la garganta, aprendiendo a no meterlo tan adentro la próxima vez. Alguna vez incluso se quedará con el “ajjj” mantenido hasta que metamos el dedo para sacarlo, porque se le habrá quedado algo pegado al paladar.

    Y estará comiendo lo mismo que nosotros y hará, porque nos sentiremos responsables, que decidamos nosotros comer más variado y mejor, para que así él también coma más variado y mejor.
Así, con paciencia, poco a poco, se irá complementando la leche materna con otros alimentos, sin necesidad de acostumbrarles a las papillas y a no masticar para luego quitárselas y acostumbrarles a otra cosa, que es la comida de verdad, volviendo de nuevo a masticar, cuando ya estaban preparados para ello."

1 comentario:

  1. Estupendo artículo, muy bien contado: cercano, claro y con mucha lógica. Siempre he pensado que la ciencia y sus estudios no pueden ir nunca contra el sentido común, pues la naturaleza ya prevé la técnica adecuada de hábitos de vida en su forma más rudimentaria.

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