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martes, 24 de mayo de 2016

CANASTILLA Y AJUAR... ¿QUÉ NECESITA REALMENTE TU BEBÉ?






El síndrome del nido existe, o eso parece, pues muchas futuras madres relatan esa urgencia que les asalta, sobre todo al final de la gestación, por completar los preparativos de la habitación que destinan a sus bebés, o la bolsa con los productos que necesitarán llevarse al hospital.

Yo no tengo registros mentales de haber atravesado esa fase, o al menos no de manera muy definida, pero sí recuerdo con cierto estrés las dudas a la hora de decantarnos por un modelo de carrito o una cuna de colecho.

En general, en las madres de mi alrededor, esas tareas generaban una intensa sensación de disfrute. Es cierto que la imaginación vuela cuando estás embarazada, y sostener en las manos un jersey diminuto que te permite visualizar en tu cabeza el pequeño cuerpecito que se ajustará a él provoca unas oleadas de cosquillas en la tripa que me sacudieron hasta a mí. Lo confieso.

Pero luego aterrizas de golpe en la realidad, y el bebé que acaba de nacer reacciona a esa cuna carísima como si tuviera los pinchos de una cama de fakir (da igual cuán pegada esté a la cama de matrimonio, esta última le resulta preferible); o llora con la vehemencia de un gato escaldado cuando pretendes sacarlo a pasear en ese capazo virguero con multitud de accesorios y posiciones (y acabas anudándotelo con un fular al cuerpo como única manera de sobrevivir). Los chupetes que guardabas por si acaso, aunque tenías claro que no querías utilizar (al menos el primer mes, para no interferir en la lactancia), pero que acabaste probando por pura desesperación, los escupe como si los hubieras mojado en lejía. Ese conjunto tan mono que compraste para vestir el grupo 0+ lo desechas completamente tras leer que el famoso "huevo" no debe utilizarse para pasear al bebé más de una hora por riesgo de asfixia, sino exclusivamente como silla de seguridad para el coche, en cuyo caso debe utilizarse sin fundas ni edredones para preservar sus cualidades ignífugas. Todas las cremas, geles y champús súper naturales que habías elegido le irritan o resecan la piel al bebé. La ropita, ésa tan cara que te han regalado, con petos-ranita y camisas con multitud de botoncitos, te resulta tan incómoda de poner y quitar (al ritmo de cacas y pises que lleva la criatura te pasas el día abrochando y desabrochando) que acabas vistiéndole todos los días a base de pijamas o polainas de algodón. Los vestiditos de lazos se quedan sin estrenar en el cajón. La habitación del bebé, con sus colores cuidadosamente elegidos y su cenefa de animalitos, se convierte en ese lugar donde acumular trastos, porque ha quedado claro que tu bebé no piensa separarse de ti ni en pintura, probablemente ni mientras necesitas ducharte o alimentarte, mucho menos para dormir sus siestas o simplemente estarse quieto.

Moraleja: tu futuro bebé va a necesitar (necesitar realmente, necesitar de verdad) muy pocas cosas, desde luego muchas menos de las que te van a intentar vender. Y las que necesite, probablemente las descubrirás después de su nacimiento, cuando os vayáis conociendo y descubras qué le va bien y qué no.

Sin embargo, al menos si consideras la opción de dar el pecho, hay una cosa que puedes preparar que sí te servirá. Con seguridad. Es muy sencilla, no compromete a nada y solo tienes que hacer una pequeña inversión de tiempo, pero pocas mamás piensan en ello: prepara tu lactancia. Acude a una reunión de La Buena Leche, o de tu grupo de lactancia más próximo, mientras estás embarazada. Escucha las experiencias de otras madres. Consulta tus miedos y tus dudas. Infórmate. Conócenos, pasa una tarde agradable con nosotras y nuestros peques, ponnos cara para que no te cueste llamarnos si te encuentras con algún problema en los inicios de tu lactancia.

Seguro que te costará menos esfuerzo que elegir un carrito, y te lo pasarás mucho mejor.


Minerva López


1 comentario:

  1. Precioso, por suerte con el segundo hijo es todo mucho mas fácil
    Gracias por estar allí chicas de LBL
    Muchos besos

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