Tener hijos en esa sociedad individualista a la que se cita
a declarar desde el mismo subtítulo de este libro es muy difícil. Una sociedad
así, formada por personas egocéntricas, competitivas, alérgicas al compromiso e insolidarias con los vulnerables (niños,
enfermos, ancianos), no propicia la maternidad por más que anime a ella con
toda clase de señuelos y paradojas irresueltas. Carolina del Olmo, madre de un
niño de cuatro años, licenciada en filosofía y gestora cultural, analiza en
este libro, entre otras cosas, esas paradojas, los problemas cotidianos de la
crianza, los modelos enemigos (el adulto-céntrico, el niño-céntrico) que
proclaman los distintos técnicos en pediatría divulgativa, los mitos asociados
a la maternidad, a los bebés y a la familia, y el marco político (el
capitalismo salvaje, el liberalismo insolidario) que explica la hostilidad que
sienten y los obstáculos que se encuentran las madres, y cada vez más padres,
cuando nace su primer hijo.
Del Olmo se enfrenta a todas estas cuestiones como madre (su
hijo la pone en permanente estado de alerta por él mismo y por las preguntas
mudas que le hace sobre la constitución política y social del mundo),
interrogando a otras madres y a otros padres (porque cada cual es diferente y
esa diferencia tiene que estar incluida en un discurso que se pretende
igualitario) y leyendo los manuales más serios y los textos de autoayuda
(porque influyen en millones de personas que, a su vez, influyen en las
instituciones, las leyes y el saber popular).
Combinando experiencias
autobiográficas y datos, por decirlo así, externos, repasa muchas de las
cuestiones que preocupan a las madres: el colecho y el destete, que enciende de
fascismo o de ingenuismo neorromántico las redes sociales y los anaqueles de
las librerías; la ética del cuidado, tan necesaria en un mundo que hace todo lo
posible por olvidarse de los débiles, y las repercusiones de la culpa, de las
que se benefician los psicoanalistas y el resto de profesionales del alma; la
conciliación de la vida laboral y la crianza de los hijos, algo casi imposible
todavía hoy después de que sucesivos ministerios hayan propuesto iniciativas
erróneas e hipócritas; el agotamiento y la soledad de las madres, que han sido
desgajadas a la fuerza de la cadena milenaria que transmitía saberes, técnicas
pediátricas y ayuda comunal (la tribu del título); la Liga de la Leche y los
abuelos como retaguardia de apoyo; la educación basada en la bondad innata del
niño versus la educación basada en la
necesidad de transmitirle valores positivos a alguien que nace con buena parte
de su hoja de instrucciones para vivir, y para ser feliz y hacer felices a los
demás, en blanco.
Como dice Carolina
del Olmo al final de este inteligente, excelentemente escrito y muy necesario
libro, un hijo no es sólo una oportunidad para cambiarle a uno sino también, y
quizás sobre todo, una oportunidad para cambiar el mundo. Por eso ella, además
de ir desgajando reflexiones y anécdotas propias y ajenas, poniéndole voz y sintaxis
a muchas de las preocupaciones de los que tenemos hijos pequeños, se centra en
hacer una crítica profunda y muy argumentada a nuestro modelo de civilización.
Dos pájaros de un tiro o, para ser más exactos, y para que no parezca una
apología indirecta de la violencia, dos pájaros (el de la maternidad bien
entendida y el de una nueva cultura) volando libres fuera del alcance de esos
cazadores que se han convertido en el símbolo por antonomasia de nuestro mundo.
¿Dónde está mi tribu? Maternidad y crianza en una sociedad
individualista. Carolina del Olmo. Clave Intelectual. Madrid, 2013. 228
páginas. 15 euros.
Reseña publicada en Babelia, suplemento cultural del diario EL PAÍS, el sábado 2 de noviembre de 2013.
Interesante libro por lo que tiene de diferente. No esperéis recetas. Muchos llevamos años comentando en corrillos la soledad de la maternidad en esta sociedad tan unicelular que ya pareciera que no puede dividir más el tejido social. Este ensayo está abierto a la polémica porque cuestiona prácticamente cualquier práctica de crianza actual y, por lo tanto, está abierto completamente a la reflexión... y a la puesta en común.
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