(Puedes leer la primera parte aquí)
Por fin, el día en el que pudiera poner a mi hija al pecho otra vez, había llegado. Con cables y monitores de por medio aún, pero pegaditas la una ala otra. Estábamos
avanzando y el momento de normalizar estaba poco a poco llegando. En la
siguiente toma le ofrecí primero el pecho y apenas succionó. Sin embargo el
biberón lo terminó rápidamente, como siempre. Me vine abajo. Un sentimiento de
frustración enorme me invadió. Recuerdo que lloré mucho aquel día.
Por fin, el día en el que pudiera poner a mi hija al pecho otra vez, había llegado. Con cables y monitores de por medio aún, pero pegaditas la una a
Compartí aquellas emociones con
algunas amigas y pronto me devolvieron a la realidad. Enseguida
volví a poner los pies en la
tierra. Y aunque con sentimientos ambivalentes, empecé a
repetirme a mí misma que si había mujeres que podían inducirse lactancias, si
había madres de grandes prematuros que lograban amamantar con total éxito a
esos grandes luchadores, ¿por qué yo no iba a poder lograr una lactancia
satisfactoria con mi pequeña? Tenía conocimientos, conocía las herramientas
que podía poner en marcha. Las valoré y puse en práctica todas ellas en mi
cabeza. Y sí, afortunadamente no tuve que poner en práctica ninguna de ellas.
La siguiente vez que puse a la niña al pecho se aferró a él perfectamente.
Necesité corregir un poco el agarre pero la succión era enérgica y potente.
Hoy sé que esa negatividad era
fruto también de toda la vorágine de emociones que estaba viviendo en aquel
momento. Hoy sé que a otra mujer en mi situación le hubiera dicho que respetara sus tiempos y los de su bebé,
que estaba en el buen camino, que el hecho de que no hubiera querido succionar
la primera vez podía deberse a muchas cosas y que todo era posible con
paciencia. Pero qué fácil es hablar cuando las rozaduras del zapato las sufre otro, quien los calza, ¿verdad? Esta experiencia también me ha ayudado a ser más
paciente, más empática de lo que podía haber sido hasta ese momento. Porque la
teoría es muy fácil, pero cuando se mezclan las emociones todo se complica.
A los trece días de ingreso y
después de comprobar que la niña ganaba peso y mojaba pañales correctamente, le
retiraron el suplemento de leche materna en biberón y pasamos a lactancia
materna exclusiva directamente al pecho. Quince días después del ingreso
recibimos el alta.
Muchas veces se me pasó por la
cabeza el pensamiento de que lo único que quería era que mi hija viviera. La
lactancia era secundaria en ese momento por muy importante que fuera para mí.
Me cortaría la leche si era necesario, le daría lo que fuera si eso hacía que
saliera adelante... ¡Qué de cosas piensa una cuando está en crisis! Sin embargo
sé que si ese mismo comentario lo hubiera recibido de terceras personas, no sé
cómo lo hubiera encajado. No era eso lo que necesitaba escuchar. Nunca, nunca,
jamás le digas a una madre que desea amamantar que no pasa nada por darle un
biberón. Porque no es eso lo que necesita escuchar. Valida sus emociones, porque es realmente lo que necesita. Nada
más.
Ahora mismo mi hija tiene 9
meses. No acepta tetinas de ningún tipo, ni nada que se le parezca. No quiere
chupete. Siempre he creído que su experiencia en los primeros días ha tenido
mucho que ver con esto. Ahora que me acabo de reincorporar a mi puesto de
trabajo, hemos tenido que buscar otras formas, diferentes a las habituales,
para que en la escuela infantil le ofrezcan mi leche extraída. Se la dan en un
vasito de aprendizaje. Sólo así ha aceptado tomarla. Seguimos felices y
disfrutándonos. Superando poco a poco los miedos y sabiendo que esta
experiencia nos ha hecho más fuertes y nos ha cambiado la vida en muchos
aspectos.
Cuando supe que se ponía en
marcha por fin el banco de leche humana en Cantabria, tuve claro que quería
colaborar. Para mí esta experiencia como
donante ha sido y sigue siendo una forma de sanarme, de devolver todo el
bien que mi hija, mi familia y yo hemos recibido. Y lo hacemos intentando
ayudar a otros bebés cuyas mamás no han podido hacerlo. Es increíble la
cercanía, el mimo y la rigurosidad con la que es tratado cada mililitro de
leche donada y la maravillosa labor que se lleva a cabo con ella. Y aunque no
sé muy bien por qué y la relación que tiene esta labor con mi experiencia, lo
cierto es que me ayuda a ir cerrando algunas heridas.
Quiero aprovechar, aunque no sé
si les llegarán estas palabras alguna día, para agradecer a todo el equipo de
profesionales del área de neonatología del Hospital Universitario Marqués de
Valdecilla por el trato cercano y humano que nos brindaron. Por la paciencia
que tuvieron con nosotros, por cada sonrisa y por cada palabra de aliento.
También por todo lo que facilitó las cosas el hecho de ser unidad de puertas
abiertas, sobre todo para nuestra salud mental... Y en especial dar las gracias
a Estíbaliz Alegría, neonatóloga encargada de mi hija. GRACIAS por tu cercanía,
por demostrar a cada momento el cariño y la pasión que le pones a tu trabajo,
por sacar a esos pequeños y pequeñas luchadoras adelante.
Verónica Saseta
Verónica Saseta