Hay madres que han intentado amamantar y lo han dejado a la semana del parto, con grietas en los pezones y dolor en el alma. Madres seropositivas que han optado por la lactancia artificial para excluir por completo la posibilidad de transmitir el VIH a sus bebés por la leche. Madres que sufrieron abusos sexuales en su infancia y a las que la sola idea de que el bebé succione su pecho les produce un profundo malestar. Madres anoréxicas o bulímicas a las que alimentar a sus bebés les supondrá un esfuerzo gigantesco y tal vez una recaída. Madres que son maltratadas en sus partos y que salen del paritorio anuladas y sin ninguna energía para poder sostener a sus bebés. Madres que adoptan y madres que consiguen serlo tras haber superado un cáncer.
Son infinitas las razones por las que una madre puede decidir no amamantar y cada una de ellas merece el máximo respeto. Lo que verdaderamente necesitan todos los recién nacidos sin excepción es sentirse queridos, no sólo por sus madres sino por toda una familia o comunidad. Las madres siempre necesitan respeto, apoyo y reconocimiento.
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