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lunes, 12 de marzo de 2018

De banda sonora, un sacaleches (segunda parte)


(Puedes leer la primera parte aquí)

Por fin, el día en el que pudiera poner a mi hija al pecho otra vez, había llegado. Con cables y monitores de por medio aún, pero pegaditas la una a la otra. Estábamos avanzando y el momento de normalizar estaba poco a poco llegando. En la siguiente toma le ofrecí primero el pecho y apenas succionó. Sin embargo el biberón lo terminó rápidamente, como siempre. Me vine abajo. Un sentimiento de frustración enorme me invadió. Recuerdo que lloré mucho aquel día.

Compartí aquellas emociones con algunas amigas y pronto me devolvieron a la realidad. Enseguida volví a poner los pies en la tierra. Y aunque con sentimientos ambivalentes, empecé a repetirme a mí misma que si había mujeres que podían inducirse lactancias, si había madres de grandes prematuros que lograban amamantar con total éxito a esos grandes luchadores, ¿por qué yo no iba a poder lograr una lactancia satisfactoria con mi pequeña? Tenía conocimientos, conocía las herramientas que podía poner en marcha. Las valoré y puse en práctica todas ellas en mi cabeza. Y sí, afortunadamente no tuve que poner en práctica ninguna de ellas. La siguiente vez que puse a la niña al pecho se aferró a él perfectamente. Necesité corregir un poco el agarre pero la succión era enérgica y potente.

Hoy sé que esa negatividad era fruto también de toda la vorágine de emociones que estaba viviendo en aquel momento. Hoy sé que a otra mujer en mi situación le hubiera dicho que respetara sus tiempos y los de su bebé, que estaba en el buen camino, que el hecho de que no hubiera querido succionar la primera vez podía deberse a muchas cosas y que todo era posible con paciencia. Pero qué fácil es hablar cuando las rozaduras del zapato las sufre otro, quien los calza, ¿verdad? Esta experiencia también me ha ayudado a ser más paciente, más empática de lo que podía haber sido hasta ese momento. Porque la teoría es muy fácil, pero cuando se mezclan las emociones todo se complica.

A los trece días de ingreso y después de comprobar que la niña ganaba peso y mojaba pañales correctamente, le retiraron el suplemento de leche materna en biberón y pasamos a lactancia materna exclusiva directamente al pecho. Quince días después del ingreso recibimos el alta.

Muchas veces se me pasó por la cabeza el pensamiento de que lo único que quería era que mi hija viviera. La lactancia era secundaria en ese momento por muy importante que fuera para mí. Me cortaría la leche si era necesario, le daría lo que fuera si eso hacía que saliera adelante... ¡Qué de cosas piensa una cuando está en crisis! Sin embargo sé que si ese mismo comentario lo hubiera recibido de terceras personas, no sé cómo lo hubiera encajado. No era eso lo que necesitaba escuchar. Nunca, nunca, jamás le digas a una madre que desea amamantar que no pasa nada por darle un biberón. Porque no es eso lo que necesita escuchar. Valida sus emociones, porque es realmente lo que necesita. Nada más.

Ahora mismo mi hija tiene 9 meses. No acepta tetinas de ningún tipo, ni nada que se le parezca. No quiere chupete. Siempre he creído que su experiencia en los primeros días ha tenido mucho que ver con esto. Ahora que me acabo de reincorporar a mi puesto de trabajo, hemos tenido que buscar otras formas, diferentes a las habituales, para que en la escuela infantil le ofrezcan mi leche extraída. Se la dan en un vasito de aprendizaje. Sólo así ha aceptado tomarla. Seguimos felices y disfrutándonos. Superando poco a poco los miedos y sabiendo que esta experiencia nos ha hecho más fuertes y nos ha cambiado la vida en muchos aspectos.

Cuando supe que se ponía en marcha por fin el banco de leche humana en Cantabria, tuve claro que quería colaborar. Para mí esta experiencia como donante ha sido y sigue siendo una forma de sanarme, de devolver todo el bien que mi hija, mi familia y yo hemos recibido. Y lo hacemos intentando ayudar a otros bebés cuyas mamás no han podido hacerlo. Es increíble la cercanía, el mimo y la rigurosidad con la que es tratado cada mililitro de leche donada y la maravillosa labor que se lleva a cabo con ella. Y aunque no sé muy bien por qué y la relación que tiene esta labor con mi experiencia, lo cierto es que me ayuda a ir cerrando algunas heridas.

Quiero aprovechar, aunque no sé si les llegarán estas palabras alguna día, para agradecer a todo el equipo de profesionales del área de neonatología del Hospital Universitario Marqués de Valdecilla por el trato cercano y humano que nos brindaron. Por la paciencia que tuvieron con nosotros, por cada sonrisa y por cada palabra de aliento. También por todo lo que facilitó las cosas el hecho de ser unidad de puertas abiertas, sobre todo para nuestra salud mental... Y en especial dar las gracias a Estíbaliz Alegría, neonatóloga encargada de mi hija. GRACIAS por tu cercanía, por demostrar a cada momento el cariño y la pasión que le pones a tu trabajo, por sacar a esos pequeños y pequeñas luchadoras adelante.

Verónica Saseta

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