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viernes, 19 de febrero de 2021

Viiolencia obstétrica, otra violencia contra las mujeres



Se acerca el 8 de marzo, Día de la Mujer, que se empezó celebrando como de la Mujer Trabajadora para reivindicar el trabajo femenino fuera del hogar pero que, una vez normalizado éste, parece que dejaba fuera a las mujeres que trabajan en el hogar o las que están en paro, es decir, las que trabajan un montón pero no cobran un sueldo. En los últimos años hacemos además alusión en este Día a la tremenda violencia que se ejerce sobre las mujeres y al alarmante número de ellas que son asesinadas por sus parejas o exparejas. Afortunadamente nos vamos sensibilizando cada vez más sobre la discriminación y violencia hacia la mujer aunque todavía debemos seguir haciéndonos preguntas.


¿Qué es la violencia? A menudo, aún se cae en el error de pensar que la violencia es un daño físico que se le hace a otra persona, algo que deja marca en el cuerpo y, si no la deja (un cachete, un empujón…), la actitud se mantiene por debajo de los estándares de la misma, o sea, algo tolerable. Pero igual o más dañina es aquella que no deja marca visible aparentemente, que la deja en nuestro interior (emociones y psique), como pueden ser burlas, menosprecio, insultos, palabras hirientes...


¿Hacia quién va dirigida la violencia? Siempre hacia el ser más débil o vulnerable, hacia aquella persona que por su condición o situación no puede defenderse de forma eficaz. Por eso sobre todo se ejerce en animales, niñas, niños, personas de edad, mujeres, y gente a nuestro cargo.


¿Quién la ejerce? Es ejercida por hombres, mujeres e instituciones. También por niños y niñas que reproducen lo que ven a su alrededor o lo que ello/as mismo/as están sufriendo. Pensemos que venimos de una sociedad basada en la violencia y que nuestra psique y nuestra cultura están impregnadas por ella, por eso no es tan fácil de erradicar. Así que nos encontramos con esa actitud en multitud de ámbitos: doméstico, educativo, laboral, sanitario… ámbitos todos ellos en los que la mujer es especial víctima por la forma machista de considerarla a través de la historia.


Así que, si todavía hay quien se resiste a aceptar que una gran cantidad de mujeres son maltratadas en sus propios hogares, aún cuesta más aceptar que en lugares tan asépticos e instruidos como puede ser un hospital, también se ejerza violencia sobre nosotras. Lo que pasa es que tenemos tan integrado el mal trato que parece que, mientras no corra la sangre, todo es normal.


La violencia obstétrica se ejerce sobre la mujer que está embarazada o ya de parto, post parto, o también durante un tratamiento de fertilidad, o en una pérdida gestacional, momentos en los que se encuentra en una situación extrema de vulnerabilidad tanto física como mental y emocional. Y se produce cuando se le falta al respeto con comentarios jocosos, se la ridiculiza, se la trata como a una niña sin conocimiento, se quita importancia a lo que siente, no se la informa, no se le dan opciones, no se la deja decidir libremente, o se le obliga a hacer algo que no quiere.


Algunas de mis experiencias directas:


...cuando en mi primer parto la matrona no me dejaba mover y se sentaba encima de una sábana que me envolvía para mantenerme quieta


...cuando tuve que aguantar que, mientras yo dilataba, ella narrase la enfermedad y muerte de su marido a mi acompañante


...cuando me pegaba azotes en los muslos para que no gritara


cuando no respetó que dejase de latir el cordón, como habíamos pactado


...cuando en el ingreso de mi segundo bebé en neonatos por un neumotorax no me dejaban estar con ella ni probar a amamantarla


...cuando durante la cesárea de mi tercer bebé estaban hablando entre del fin de semana y de ir o no ir a la playa


...cuando al aceptar que me pusieran música para no tener que oírlos, me pusieron los 40 Principales


cuando durante la cesárea comenté que me estaba doliendo el estómago y me dijeron que eso era psicológico (al poco rato vomité)


y tantos otros detalles que no voy a desglosar aquí.


Cuéntanos tu caso. Todo esto ocurrió hace ya unas décadas, por lo que puede parecer que lo sucedido es algo de tiempos pasados y que ya no ocurren cosas parecidas, por eso os emplazo a que nos contéis vuestros casos pues, a pesar de los cambios en el protocolo de partos, la violencia se sigue produciendo muchas veces, como vimos en 2019 con el sonado caso del “parto de Oviedo”, en el que la policía se presentó en casa de una mujer que estaba ya de parto para obligarla a parir en el hospital. Porque sólo sacando a la luz nuestras experiencias y nuestro rechazo a ese trato podremos sensibilizar a más gente y conseguir que esto no se siga viendo como algo normal. Solo contándolo podremos conseguir que estas conductas acaben.


Para terminar os dejo dos links: uno en el que la psiquiatra Ibone Olza nos informa de las secuelas de la violencia obstétrica  y un video en el que se entrevista a la matrona Paula Camarós sobre el tema.

 

Isabel Gutiérrez del Campo

2 comentarios:

  1. ... Cuando mutilaron mi vulva (episiotomía... que parece que si le ponemos nombre médico es menos mutilación, pero no deja de serlo) en mi primer y segundo parto sin preguntar, ni tan siquiera informarme. Simplemente sentí cómo la tijera rasgaba mis zonas íntimas.

    ... Cuando tras 24 horas de parto inducido no era capaz de moverme de la cama de parto a la cama de habitación y agarrándome de un brazo y una pierna me arrastró de un lugar al otro, a grito de ¡claro que puedes!

    ... Cuando antes de ver a mi hijo se lo llevaron a pesar, etc... En lugar de esperar y respetar las primeras horas de vida facilitando el piel con piel o el inicio precoz de la lactancia.

    ... Cuando en los embarazos me echaban unas BRONCAS, en mayúsculas, por engordar demasiado. Cosa que era cierta, pero las reprimendas no hacían otra cosa que infantilizarme y hacerme sentir mal.

    ... Cuando en mi primer parto no me permitieron beber absolutamente nada de agua (repito, 24 horas de parto inducido), y lo único que me permitían era mojarme los labios con una gasa. Lo pasé realmente mal. Moría de sed...

    ... Cuando durante el parto de la inducción me hacían los tactos vaginales con una colección de estudiantes mirando sin preguntarme si me importaba que estuvieran o no. Comprendo que los estudiantes tienen que aprender, pero también pienso que es mi derecho decidir si sí o si no, o sí realmente era necesario tener público en todos los tactos...

    "Doy gracias" a todas esas experiencias desagradables que me tocó vivir en los dos primeros partos, porque desde luego me hicieron empoderarme lo suficiente, y ADVERTIR a mí pareja de que en el caso de que yo no me sintiera capaz de decir nada, en el tercer parto no me tocaran un pelo sin consentimiento. En ese tercer y último parto no tuve necesidad de nada, tuve "la gran suerte" de que la matrona que me atendió me respetó desde el primer momento y hasta el final.

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  2. ¡Muchas gracias por compartir tu experiencia, Verónica!¡Cuántos de esos comentarios que narras los puedo recordar yo también en mi cuerpo y en mi alma...! Creo que numerosas mujeres podemos reconocernos en ellos.

    Isabel Gutiérrez

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