La Buena Leche es una asociación sin ánimo de lucro fundada en febrero de 1997 por Isabel Gutiérrez, Marta Basanta, Blanca Martínez, Josefina Fernández -activas en ella hasta nuestros días- junto con María Luisa Ramos, su primera presidenta, y la ayuda de las matronas Yolanda Martín y Begoña Calvo. Su intención era crear una red de madre a madre desde la que compartir información y apoyarse, a través de su experiencia.
Con el objetivo de acercar la asociación a nuestras lectoras, nos hemos sentado con dos mujeres de La Buena Leche: Isabel Gutiérrez y Luna L. Gutiérrez, en una atmósfera agradable donde se respira cariño, comunicación, respeto absoluto al turno de palabra y mucha complicidad. No en vano, Isa y Luna son socias y, además, madre e hija.
TODO EMPEZÓ CON LA TERCERA
“Esto empezó con la tercera” nos cuenta Isa, refiriéndose a la fundación de la asociación y a la tercera de sus hijas, Hada (Arce y Luna son los mayores), con la que sumó casi 8 años de lactancia prácticamente ininterrumpida. “La gente flipaba conmigo”, dice, porque, aunque para entonces ella era plenamente consciente de que la teta no tiene una fecha de caducidad marcada de antemano, la sociedad que la rodeaba, hace 25 años, sí lo creía. “Ahora ya está la gente más acostumbrada a ver criaturas más mayores mamar pero entonces, no”, añade.
Pero, a lo que íbamos: la fundación. Isabel fue una de las fundadoras de la asociación y nos cuenta cómo fue y con quién, y el contexto en que se encontraban. Nos habla con cariño de las mujeres con las que se fundó La Buena Leche pero, entre dato y dato, no para de destacar que la asociación le ha dado la satisfacción de haber conocido a muchas mujeres, de haber creado lazos de amistad muy potentes y de haber podido ayudar a madres aunque simplemente fuese por el hecho de acercarse a ellas y escucharlas. “El lugar común es el sufrimiento debido a la soledad que se siente, a querer amamantar y que a la vez todo se derrumbe a tu alrededor”, nos dice, y ahí queda esa frase como eje vertebrador de una charla de lo más nutritiva.
Con Isabel es sencillo transportarse a un Encuentro de La Buena Leche de entonces, llevado por ella y con sus tres criaturas acompañándola, y ahí es donde entra en juego Luna, que se sonríe pensando que ahora muchas madres dicen “no puedo ir a los Encuentros porque tengo a los niños” con todo lo que ella acompañó a su madre a los mismos... Recuerda que tanto ella como sus hermanos se llevaban cosas para pintar y libros para entretenerse, pero “resulta que el libro volvía a casa por la misma página que salía porque se sentaban a mirar y a escuchar”, nos cuenta Isa. Se miran entre ellas mientras lo recuerdan y en ese momento se ve claro el origen de la vinculación de Luna con la asociación. Cuando se le pregunta desde cuándo es socia no se acuerda, lógicamente, pues lo es desde que era una cría, con y sin cuota de participación. Luna recuerda las numerosas llamadas telefónicas que recibía su madre y cómo ella misma ayudaba a aquellas mujeres cuando Isabel no estaba. “Recuerdo decirle a una mujer que podía tomar paracetamol” evoca Luna, con asombro, mientras su madre la mira con una mezcla de ternura y orgullo. Ambas están convencidas de que las lactancias de Luna han sido exitosas gracias a haber visto reuniones y soluciones. Luna dice haber sido siempre muy consciente de las dificultades que podía encontrar pero, también, dice tener mucha suerte y mucha “confianza real” porque ha visto las soluciones.
Luna es una mujer vehemente y cree firmemente en un feminismo que abrace la maternidad y la lactancia materna, aunque no quiere que esta manera de pensar la clasifique como una “loca de la teta”. Defiende que la promoción de la lactancia materna no es sinónimo de presión para que las madres amamanten. De hecho, le interesan mucho los motivos por los que una mujer decide no hacerlo y cree que hay una necesidad clara de empoderamiento en este sentido. “Hay mucho avance”, y “mucha teoría, mucho gurú, mucho manual,” opina, “pero poca guía”. Reconoce que todo ello contribuye positivamente, propiciando que las mujeres que desean amamantar estén más informadas pero, tanto ella como Isa, creen que somos una sociedad que piensa mucho las cosas, las lee, las escucha y las analiza pero no se para a sentirlas.
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Isabel y Luna siendo niña. |
NI TEORÍA NI INSTINTO
Los 25 años que Isabel y Luna llevan perteneciendo, directa o indirectamente, a la asociación y escuchando a mujeres a través de ella, les han dejado claras algunas cosas en las que insisten mucho durante nuestra charla. Una de ellas es que dar teta “no es una teoría ni un instinto” y ambas insisten en que “el bebé nace con instinto pero la madre no lo tiene. “Las madres aprendemos a amamantar”, afirman y, ante la pregunta ¿Cómo? ellas tienen una respuesta firme: viendo amamantar a otras. “Hay que ver mamar” dice Isabel con contundencia. “Tiene que haber cultura”. De ahí que la piedra angular de La Buena Leche sean sus Encuentros. Las consultas son importantes y se atienden muchos casos individualmente pero el encuentro tiene esa magia de sentarte junto a otras madres y verlas dar teta. Los Encuentros de La Buena Leche, que comenzaron a hacerse en los centros de salud (mientras estos tuvieron horario de tarde), sirvieron para normalizar el acto de lactar: “El hecho de hacerse en los centros de salud aportaba la imagen de no ser una locura rara”, nos dice Isabel. Cuando todo esto comenzó, Isa recuerda tener un exceso de entusiasmo que, con el tiempo, aprendió a controlar “para no avasallar”. “Las mujeres de LBL son mujeres de todo tipo, mujeres muy diversas, y eso es tan bonito y tan enriquecedor...”, nos cuenta, mientras se recrea en la cantidad de amistades que se han creado con esta red de madres. Aún están muy activas en LBL cuatro de las primeras socias, Blanca, Josefina, Marta B. y la propia Isabel, precisamente con el vínculo de esa amistad uniéndolas todavía.
PRESENTE Y FUTURO
Le preguntamos a Luna sobre el presente y el futuro de La Buena Leche. Luna tiene dos hijos pequeños y muchas ganas de dar impulso a la asociación desde muchos ámbitos. Cree que se la valora poco, que se ignoran algunos logros de esta asociación, como, por ejemplo, su implicación en la creación del Banco de Leche Materna del Hospital Valdecilla o que la asociación organizó y organiza charlas y exposiciones verdaderamente importantes. Ambas recuerdan con cariño, que se ha contado con personas muy influyentes en el campo de la crianza, como el pediatra Carlos González, y nos recuerdan que se acerca la fecha del coloquio con Marta Busquets, escritora, activista y divulgadora (próximo 11 de octubre).
A la pregunta "¿en qué momento se encuentra ahora mismo la lactancia materna y qué hace falta?" Luna responde: “Las madres salen mejor atendidas del hospital, salen con confianza y muchas se buscan la vida por internet, donde hay mucha información." "Además hay más grupos de matronas en los centros de salud”, añade Isa. “Pero hay necesidad de compartir, de hablar, de verse, de vernos”. La pandemia ha hecho estragos en muchos ámbitos pero, para una asociación que basa su actuación en encontrarse y atender como madres a otras madres y que, además, organiza talleres, charlas, picnics y “tetadas” (reuniones para dar visibilidad y normalizar el acto de mamar), la falta de presencialidad está mermando mucho la plenitud de su actividad.
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Luna e Isabel en la actualidad. |
ERRADICAR LA CULPA
Si algo tienen claro Isa y Luna es que las madres necesitamos escuchar “No es culpa tuya. No es culpa de tu hijo. Pero hay una solución”. Y saber que hay soluciones para casi todo. La culpa, que siempre acompaña a la maternidad, hace mucha pupa en esta parte tan importante de la crianza que es la lactancia, y la manera en que la sociedad nos vuelve seres cada vez más individualistas, que viven de espaldas a su comunidad, alimenta ese sentimiento de culpa. Nos convertimos en madres pero no se nos permite dejar de ser productivas. La sociedad nos quiere criando, con la casa limpia y recogida, “y no somos capaces de dar la bienvenida al caos”, como dice Isabel. “La lactancia no encaja en ese esquema” porque, según Luna, “el patrón social solo contempla un tipo de productividad”. De ahí su defensa del derecho a ver y vernos criar, a abrir las puertas y respirar en un ambiente de comunidad, de tribu.
Entre risas y anécdotas de índole personal, hemos rozado las tres horas de charla y reconocemos que se nos han pasado volando. “Porque estábamos compartiendo en un ambiente distendido”, insiste Isabel y eso es, precisamente, lo que busca La Buena Leche: crear esa red de apoyo de madre a madre. “Algunas somos asesoras, otras no, pero todas tenemos algo que aportar” concluyen Isabel y Luna, “y todas estamos en La Buena Leche como madres”.
Laura Martínez Cobo