Este año también he conseguido organizarme para asistir a la cita anual veraniega de nuestra asociación, el tan esperado picnic: prado, mantas y toallas en el suelo, sillas de playa, comida rica, niños corriendo, juegos, música, amigos, buen ambiente. "¡Qué ganas!", iba yo pensando conforme se acercaba la fecha.
A pesar de la previsión meteorológica, que daba lluvia y más lluvia y más lluvia, tenía la confianza de que todo iba a salir bien. Y no por el tiempo. Después de unos cuantos años viviendo en estas tierras ya no me dejo estropear la agenda por los cambios de humor de nuestro señor el tiempo cántabro. He aprendido que siempre hay que tener un plan B.
Y el plan B lo teníamos: unas instalaciones cubiertas y acogedoras para pasar el día juntos a pesar de la lluvia.
Teníamos miedo de que no fuera a ir mucha gente, porque es verdad, da pereza salir con niños y todo el berenjenal cuando parece que haya llegado el apocalipsis y en la carretera te cuesta ver el coche que tienes delante.
A pesar de todo, los que quisieron estar hicieron cuadrar sus planes para asistir y ahí estuvieron, tirándose la mañana cocinando y llevando consigo media casa para que todo saliera bien.
Y, tal y como me imaginaba, el picnic sui géneris no defraudó.
Faltaron el prado, las mantas y las toallas en el suelo, las sillas de playa y quizás habría venido bien algo de música. Pero todo lo demás estuvo ahí: al entrar en la sala del centro cívico de Maoño, donde celebramos el evento, me vi rodeada de abrazos y besos, de interés por saber cómo me encontraba, de cariño hacia mis hijos, de manos ofreciéndose para ayudarme a gestionar bolsas, comida, niños, juguetes, paraguas, de platos con comida de la más variada y rica, de sonrisas y risas, de caras conocidas y nuevas, de niños sonrientes y juguetones, de simpáticos perros, de historias de vida, de madres, padres, bebé y niños más o menos pequeños. Resumiendo: me vi rodeada de calor humano, de familia.
Fuera de la estructura pautada y de los horarios estrictos y limitados de nuestros encuentros mensuales, este día deja espacio a la relación, permite acercarse y conocerse más a fondo, crear y estrechar lazos entre madres, padres, familias, niños.
La razón por la que cada año intento planear mi agenda y dejar hueco para este picnic es precisamente el calor humano que sé que voy a encontrar, la experiencia de sentirme parte de una tribu a la que pertenecer, aportar y de la cual recibir.
Marta Parisi
No hay comentarios:
Publicar un comentario